miércoles, 26 de agosto de 2009

Animarse


Se acercan momentos de definiciones... escribir a los contactos, avisar en el trabajo... Y los miedos, que estaban contenidos, vuelven a aflorar. Pero ¿miedo a qué? ¿qué es lo que temo? Me han dicho que ponerle nombre a los miedos ayuda a enfrentarlos. Lo intentaré...

El miedo a la soledad. Quizás mi miedo más recurrente y más fuerte... y también más sin sentido. Siempre he tenido en quienes confiar, en quienes apoyarme para seguir caminando. Nunca he estado sola y, sin embargo, esa posibilidad me asusta. No me asusta renunciar al trabajo, al apartamento, me asusta alejarme de muchos quienes son hoy mi sostén permanente, familia, amigos, referentes.

Pero sé que este viaje no lo hago sola, no podría.
Late en mí una invitación a dejarme sostener y levantar por ese Jesús que está ahí, abajo, lavándonos los pies, como señala Alejandro. Invitación a abandonarme a su voluntad como único camino posible de felicidad. Que no sea la necesidad de aceptación y aprobación por parte de otros lo que determine mi andar.
Que pueda Jesús experimentar tu cercanía cuando la soledad me inunde; que pueda reconocerte en cada realidad, en cada rostro, en cada mano, de quienes vayamos encontrando en el camino.

Tengo también miedo a equivocarme, a que éste no sea el camino que Dios me está invitando a recorrer. No dudo de la búsqueda, de la necesidad de cambiar el rumbo, de las renuncias a supuestas seguridades. Pero tengo miedo que el viaje se convierta en un simple viaje, y que no encuentre respuestas, certezas, signos de “va por ahí”. Tengo miedo a estar postergando mis opciones de vida comunitaria, que cada día voy confirmando como mi manera de seguir hoy a Jesús. Tengo miedo de que ver y estar en tantos lugares me agobie y no pueda adentrarme en cada realidad; de no poder, ni siquiera, simplemente “estar”.

Pero sé que la definición de este camino también está en mis manos. Sé que los pasos que vaya dando serán los que quiera y pueda dar. Y si me equivoco, sé que también estarás ahí Jesús para ayudarme. Y si caminar con otro implica a veces dar un paso distinto al que uno tiene previsto, pues también lo elijo, porque elijo eso de acompañarse.
Jesús, que cada paso dado sea siempre buscando tu voluntad, que sea siempre para ponernos en el camino de tu seguimiento. Que ante las dudas o los errores, sepamos recurrir a vos para emprender de nuevo el camino.

Y un miedo extraño me aparece a veces, miedo a que sea demasiado tarde. En una etapa de la vida donde el resto parece establecerse, a mí me invaden las preguntas y el deseo de "desinstalarme". "Es tarde, pero es nuestra hora", dice Pedro Casaldáliga. A pesar de estos temores, creo que es mi tiempo, es el momento para dar este paso. Sé que estás conmigo Jesús, acompañándome, animándome a ser cada día más fiel a tu Proyecto.

Los miedos aun están. Son señal de que es algo importante, que es un cambio grande, que estoy poniendo toda mi vida en esta opción. Pero tengo en mis manos la forma de desentrañar esos miedos, de evitar que me cierren el paso. Confío Señor en que paso a paso me irás confirmando las opciones tomadas. Por el momento me toca a mí animarme.

miércoles, 19 de agosto de 2009

¿Qué buscan?

Al día siguiente, Juan se encontraba de nuevo en el mismo lugar con dos de sus discípulos. Mientras Jesús pasaba, se fijó en él y dijo: “Ese es el cordero de Dios.” Los dos discípulos le oyeron decir esto y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les preguntó: “¿Qué buscan?" (Jn 1, 35-37)

¿Qué buscan? ¿Qué buscas?
Jesús me hace hoy, cada día, esta pregunta.
Fácilmente respondo que busco, y siempre he buscado, ser feliz. Y en esa búsqueda de ser feliz he ido descubriendo que no puedo ser feliz sola, que la felicidad de otros hace a mi felicidad, que la felicidad no pasa por lo material, que tiene más que ver con afectividad, dignidad, esperanza. Que ser feliz tiene que ver con amar y ser amado.

Sin embargo, hoy esa respuesta no me alcanza. Siento que algo falta… y también que algo me desborda. Siento que hay algo que no encaja, que no logro ser en plenitud, que la vida me llama a vivirla más. Nacho me dijo una vez que me veía como una mujer llena de vida pero que no sabía dónde darse, que le falta donde entregarse totalmente. Quizás, seguramente, hay mucho de cierto en eso.

Hoy busco Jesús ese lugar donde entregarme. Un lugar que no es (al menos no solamente) un lugar geográfico. Un lugar del que puedo hoy dilucidar algunas líneas... un lugar sencillo, pobre... un lugar compartido... un lugar lleno de vida... un lugar sin lógicas del mío-tuyo, del mejor-peor, del ganar-perder, del arriba-abajo...

Por ese lugar, por ese sueño, me animo a caminar. A veces tengo miedo de no encontrarlo, o de que lo encuentre y no sea capaz de vivirlo. Pero otras veces, con más fuerza, tengo la certeza de que es posible.

domingo, 16 de agosto de 2009

Dios desde "arriba"




En la última clase del curso de Cristianismo que estamos haciendo con Male, Mateo y otros amigos se nos invitaba a reflexionar sobre lo siguiente: Si yo hiciera la experiencia de mirar mi vida tal como quien observa una ciudad en el despegue de un avión, donde todo se hace más chico y se puede ver la totalidad de la vida, tal como la miraría Dios, ¿Qué vería? ¿Cambiaría? ¿Qué cosas cambiaría?

En este ejercicio de ver mi vida desde "arriba" y analizar los pasos ya dados pero sobre todo lo que estoy viviendo ahora, observar mi "ciudad" desde el aire se me hace difícil. Me resulta dificil ver si lo que realmente vivo es lo que Dios quiere que sea desde esa perspectiva.

Podría decir que Dios querría que me dedicara menos a mi mismo y más a los demás, que trabajara por cambiar la realidad de los más pobres, que dejara todo y lo siguiera fiel a su proyecto de la forma más desprendida posible, en fin una vida más jugada.

De alguna forma estoy, creo, caminando hacia ese lado. Pero lo que no puedo ver, lo que me es imposible imaginar es todo ese camino hecho sin Su mano junto a la mía. No puedo verlo desde "arriba" porque se que su mirada está a mi lado. Se que su anhelo más grande es, sobre todas las cosas, que yo sea feliz y no podría serlo si el me mira "desde lo alto".

jueves, 13 de agosto de 2009

Caminando al Sur


El Sur... allí donde no indican las brújulas… allí adonde el mundo no apunta.
El Sur.... el Tercer Mundo... los pobres, los insignificantes.

Perdemos el norte de la rutina y las seguridades, y giramos al Sur.
De allí nos llegan, entre gritos y dolores, destellos de otro mundo posible.
Queremos caminar a ese Sur.
Despojados de ataduras. Libres buscando seguir a Jesús.
Libres para que sea el Espíritu el que nos mueva… como a la veleta.

“ Soltar todo y largarse. Qué fascinante
v
olver al santo oficio de la veleta,
desnudando la vida como un bergante
y soñando que un día serás poeta"
Silvio Rodríguez

sábado, 8 de agosto de 2009

No abandones tus ansias de hacer de tu vida algo extraordinario

Hay varias cosas que me invitan a hacer un viaje como éste, y cuando empiezo a pensar en él siento que se me revuelven muchas cosas por dentro. Siento que he viajado a muchos lugares pero creo que ninguno se parece ni cerca a esta experiencia, porque el sentido de búsqueda es distinto y la etapa de mi vida es otra.

Creo que la inquietud, o quizás "el llamado", viene desde hace tiempo. Hay algo dentro de mí que hace rato no se concilia con la vida que llevo, no se conforma con las seguridades que trae la vida rutinaria y que me empuja día a día a no olvidarme de buscar y no dejar que mis sueños sean solo sueños.

Y es todo un desafío porque vivir un sueño lleva la enorme responsabilidad de vivirlo a pleno y de arriesgarlo todo, no hay otra forma de vivirlo. Y ese es uno de mis miedos al afrontar este viaje.

¿Qué busco? El viaje es parte de mi camino, de mi proyecto, pero es hora de encontrar mi lugar en el mundo, al menos un lugar donde sienta que lo dejo todo por los que más lo necesitan, que lo hago con pasión y como comunidad, desde un mismo lugar y no como prestando asistencia. Busco una vida libre, no donde pueda hacer lo que quiera sino que donde no haya ataduras que me impidan nunca estar donde otros me necesitan, y sobre todo donde Dios me necesita. Por eso creo en la radicalidad de este viaje, de dejar trabajo, sueldo, apartamento, y todas las comodidades de una vida segura pero al final vacía, o incoherente siendo menos dramático.

Siento que este viaje es la gran experiencia de mi vida hasta ahora, que todo ha sido una preparación para este momento de misión, y que todo es posible gracias a las diferentes decisiones que he tomado y en la que tantos me han acompañado (el Flaco tras todos ellos).

Tengo miedo de vivirlo como un escape, y en cierta forma lo es, es un escape de la rutina, de las ataduras, de tranzar con la rosca diaria en la que basta tener, establecerte y querer tener más. Me niego a vivir una vida así y por eso me escapo, pero a la vez la enfrento porque creo firmemente en que hay otra forma de vivirla y salgo a la búsqueda de esa vida libre.

Ojalá estes ahi Jesús cuando el miedo muerda y las seguridades se ausenten, para que nos dejemos acompañar por tu presencia, ya que este viaje sin ti no tendría sentido.

Erik

Y sumo por último palabras de Nacho, que es tan culpable de éste viaje como el que más...

dessssprenderse siempre es signo de libertad
pero buscando la locura de su voluntad
es signo de seguimiento
no siempre con frutos visibles
no siempre con entendimientos
pero siempre con algo de bienaventuranza
de cruz
que el espiritu nos muestre el camino
y que creamos para recorrerlo
dejando los nuestros
los del mundo

viernes, 7 de agosto de 2009

¿Por qué este viaje?

Hay momentos en la vida en los que inevitablemente nos preguntamos esas cosas que parecieran van a definir nuestra vida: la profesión, el trabajo, la familia... Y uno se va respondiendo, va dando un paso y luego otro, todo de manera relativamente ordenada. Pero a veces llega un punto donde las preguntas confluyen en una sola, y las opciones posibles ya no son identificables porque son muchas, y las seguridades y certezas se evaporan. Porque la gran pregunta es "con mi vida ¿qué?", y la única certeza es que "así no".

Es en ese punto en el que me encuentro. Agradecida con lo que me ha tocado y con lo que he elegido vivir, con las opciones, las experiencias y los encuentros. Y desde eso que soy, en mi esencia y en mi historia, es que descubro que quiero vivir mi vida de otra manera. Descubro un llamado, una invitación de Jesús a hacer en mi vida el proyecto del Padre, un proyecto que "va por otro lado".

Quiero vivir mi vida inserta en la realidad, encarnada en el mundo de los más pobres y desfavorecidos, desde una propuesta netamente comunitaria, con Jesús en el centro. Esa es la certeza. Y por esa certeza quiero animarme a dejar aquellas cosas que hasta hoy han sido mis seguridades: el trabajo, la familia, el lugar donde vivo, los diversos espacios de inserción. No se trata de dejarlos porque reniegue de ellos, ni porque de por sí crea que no van con el proyecto de Dios para mi vida. Quiero dejarlos porque en ese despojarme creo poder hacerme más libre. Más libre para elegir el camino que Dios me propone, más libre para luego tomar aquellas cosas que me sirvan para el fin para el cual fui creada, como decía San Ignacio.

Me abro así a un nuevo tiempo de búsqueda. Un tiempo para encontrarme con Dios en ese lugar privilegiado en el que él eligió ser encontrado: los pobres. Un tiempo para empaparme de distintas realidades, de distintas experiencias, de distintos dolores y sueños. Un tiempo para descentrarme, para no ser "yo" el objeto de mis preocupaciones e inquietudes, sino el otro. Un tiempo para ir al encuentro de los que están fuera del camino, como nos invita la parábola del buen samaritano.

En este tiempo se enmarca en mi vida este viaje por América del Sur. Podría ser una aventura, en algún sentido lo es; pero es ante todo un camino de discernimiento. Un camino para descubrir el modo concreto de vivir ese llamado de Dios. Un camino para descubrir cómo, dónde, con qué, con quién. Un camino... no una meta.

Me siento como Jesús a punto de partir hacia el Jordán. Se despide de su madre, de su casa, de su ciudad, para caminar hacia el río. Sin grandes certezas, con inquietudes, con interrogantes, en plena búsqueda, emprende un camino que lo llevará al lugar donde finalmente será bautizado por Juan, confirmando el camino hecho, abriendo el tiempo de hacer su misión. Yo estoy en la puerta de la casa, con la decisión a cuestas, esperando para dar los primeros pasos. Es el punto en el que también aparecen los miedos, las dudas... ¿será por acá? ¿tanto tiempo? ¿dejar tanto? No es claro el camino ni adonde lleva. Sólo es claro que, aun en medio de esos miedos, es el camino que hoy quiero recorrer.

Male