viernes, 18 de septiembre de 2009

Echar las redes...

Hoy leía un artículo invitando a dejar los buques seguros y volvernos a subir a la barca, y hablaba de navegar en la barca y de echar las redes. Y me gustó esa imagen de echar las redes como salir al encuentro de otros, involucrarse con los dolores, historias, anhelos de otros. Echar las redes no es echar el ancla para quedarse en un lugar. Echar las redes implica estar navegando, implica estar en búsqueda. Echar las redes involucra a otros que echan las redes conmigo. Echar las redes es también dejarse sorprender por lo que podemos recoger.

Pienso que este tiempo de viaje tiene mucho de echar las redes. No es necesario aclarar que nos estaremos moviendo, “navegando”. Pero no es un navegar donde nos preocupemos sólo por el barco y por el clima. Es un navegar echando redes. Es andar involucrándonos con la realidad que nos vamos encontrando. Es salir al encuentro, hacernos parte de otras vidas, otras historias. Es escuchar a Jesús que nos dice “echen las redes en aguas más profundas”. Y es animarse a ir mar adentro, allí donde hay dolor, donde hay hambre, donde hay vidas que no cuentan para nuestras sociedades, y allí donde hay sueños, donde hay signos de otro mundo posible, allí donde está Dios.

Hoy mi vida tiene mucho de buque seguro, al que apenas le caen algunas gotas del mar. ¡Cuánto deseo cambiarlo por esa barca! Y cuánto cuesta no cargar a escondidas algún ancla. Pero pesa mucho y confío que esta vez no vendrá en mi mochila.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Despojarse


"Si quieres ser perfecto, deja todo y ven y sígueme" algo así le decía Jesús al joven rico. ¿Cuántas excusas habré puesto tantas veces al leer este pasaje? Muchas veces me he preguntado porqué hay enseñanzas de Jesús que se toman muy literalmente (y se defienden a capa y espada) y porque hay otros que relativizamos tanto, pero no es de lo que quiero hablar ahora.

El proceso de un día empezar a pensar, con verdadera consciencia, en un "dejar todo" empezó a vislumbrarse en mi viaje a Bolivia. Seguramente había algo interno trabajando hace tiempo, pero surgió a la luz entre conversaciones comunitarias. Algunas conversaciones traian consigo comentarios flexibles -"Yo a mis 60 estoy mucho más atado que vos..."- otras, fiel a su estilo, eran mucho más radicales -"No es tiempo de atarse, sino de desatarse". Ambas tuvieron un gran efecto en mi, y no podía dejar de preguntarme: ¿Es lo que realmente quiero asegurarme el futuro? ¿Son la carrera, la vivienda, realmente las cosas que necesito asegurar? ¿Qué pasa con mis sueños de felicidad? ¿Seré más feliz en un futuro estable o en la incertidumbre del lugar donde quiero estar?

Y mientras me bombardeaban las preguntas, fui descubriendo las alegrías de andar sin ataduras. Una de las cosas más increíbles es, al tener poco, valorar cada encuentro, cada momento, cada regalo, cada comida como el mejor o las mejor de todas. Eso que te hace decir: "No tenemos nada, pero tenemos Todo" como decía Nacho. Es que recibir algo, por más pequeño que sea cuando te despojas de todo, es recibir algo perfecto. Sólo así es que se entiende la felicidad de Wilson y Enrique (en la foto) que te dejan sin palabras de la emoción. Porque así como me hace de feliz el recibirlo, mejor me prepara para darlo y multiplicar la felicidad con otros.

Y lo que más me atrapa, es la libertad de andar sin ataduras, sin compromisos, sin cronogramas, sin esquemas, para poder estar donde siempre donde más se necesita, para estar disponible en todo momento a la llamada del Flaco. No se trata de desligarse de las responsabilidades, sino por el contrario, de estar 100% disponible a lo que Dios soñó para mí.

Llegó la hora de desatarse, y hoy espero que sea por mucho tiempo...