jueves, 31 de diciembre de 2009

El último día o el primero



Hoy es mi último día de trabajo en esta empresa que me ha acompañado, que me ha y nos hemos visto crecer durante estos últimos 6 años. Y ahora cuando miro la sala vacía, antes de la última despedida, recuerdo tantos gratos momentos vividos y tantos otros difíciles de los que mucho aprendí. Es cuando miro toda esa cantidad de experiencias vividas cuando me doy cuenta que seguro no hubiese llegado a esta decisión si no fuera por el camino recorrido antes.

Leía recién una frase que dice algo así como "no es que la vida sea corta, es que demoramos mucho en comenzarla a vivir". Y capaz que en un primer instante me la creo, capaz que mis ansias de camino hacen creer que mi vida empieza a ser vivida ahora, cuando me preparo para el viaje más importante, cuando me desato de tantas seguridades que me tenían preso y prohibian sacar los ojos fuera del agua. Pero en realidad el viaje empezó hace rato, cada palabra de cada persona que me ha acompañado, cada instancia de discusión o definición en el trabajo. La verdad me cuesta dejarlo, pero más que por el hecho de la sustentabilidad del empleo, es porque atrás dejo a una especie de familia. Fueron varios años de linda convivencia y de compartir la mayor parte del día juntos.

Me voy y, más que jefes, mis amigos me despiden con una carta que me piden no lea hasta llegar a casa. Y ahora la leo y hago fuerza para no lagrimear. Me dicen que en este momento deberían estar tristes porque me voy, pero al contrario, piensan que lo que yo creo mejor para mi es lo mejor para ellos. La felicidad compartida se multiplica mucho más, que fuerte poder sentirlo y que feliz me siento por haber encontrado personas así en mi camino. Que bien me hace entender que no fueron estos años perdidos, sino que fueron y son parte de todo los detalles que me preparan para lo que soy, para lo que voy a ser.

La preparación sigue porque "la felicidad no está en el destino, sino en el viaje de camino". Ojalá me ayude esto a estar más atento a los encuentros personales y no tanto a los lejanos paisajes de un viaje turístico.

Erik

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Sigo en ella... aunque duela

Entre correos del grupo de Amerindia surgió una preocupación por algunos pronunciamientos y actitudes de la Iglesia Católica de estos últimos tiempos e incluso una sensación de que estamos retrocediendo o estamos caminando mal. Alguien decía: "Parecería que nuestra Iglesia sigue sin imaginar realmente cómo evangelizar sin que sea desde el poder, algún tipo de poder, aunque sea autoafirmado y no reconocido". Sumé mi sentir al debate, que acá comparto.

La presencia "oficial" de la Iglesia, sus pronunciamientos, sus "condenas", el cómo se para frente a la realidad y la gente, eso muchas veces me duele. Me duele que se sienta dueña de la verdad, me duele su impunidad, me duele su autoritarimo, me duele su falta de compasión, me duele su falta de amor. Y me duele porque sé con certeza que su mensaje podría ser otro, su manera de relacionarse con otras instituciones de la sociedad, su vínculo con la gente, podría ser realmente evangélico. Pero se elije permanecer como una roca impenetrable, que nadie la toque, nadie la altere. Siento pena por esos hombres del "oficialismo" que ponen sus seguridades en la estructura institucional, en los dogmas, en las reglas claras y sin ambigüedades. Siento pena porque me da la sensación de que su fe se ha debilitado, porque ya no es Jesús y el Reino en lo que se sostienen, sino en una estructura vieja, dura y fría.¡Qué soledad!

Al mismo tiempo sé que el Espíritu sigue actuando... y sigue habiendo evangelización de esa que no es desde el poder, esa que es desde el encuentro, que no busca sacar nada en limpio, sino que es encuentro en el que Jesús está presente. La Iglesia genera rechazo, pero Jesús no, su propuesta no. Me he encontrado con gente que no tiene fe, que de repente escuchan algo de que uno es cristiano, y te ven hacer, ven como vivís, como pensás, qué buscás... y eso despierta algo. Uno no dice nada, simplemente es, y lo que es justamente está empapado de ese seguir a Jesús. Días atrás una compañera de un curso (ella atea sin ninguna formación religiosa) me compartía cómo le había impactado un chico que había subido a pedir al ómnibus. Conversando sobre eso le compartí algo de la actividad que hago con otra gente los sábados de noche, de repartir comida a gente que está en la calle. Se colgó con la actividad y el otro sábado nos acompañó. En el grupo somos un cura y jóvenes todos creyentes. Y ella ahí quedó movilizada no sólo por lo que hacíamos, sino por cómo lo vivíamos, el espíritu con que encarábamos la cosa. Yo creo que en estas cosas hay evangelización. Quizás es sólo una charla, una actividad, una instancia puntual. Pero hay encuentros que siembran una semilla en las personas y seguro que el Espíritu sabe luego qué hacer con eso.

Entonces, volviendo a lo del comienzo, me duele pero siento que lo que vale la pena sigue ahí. Muchas veces puteo contra la Iglesia, pero nada me hace dudar de que quiero estar en ella. No será muy racional, pero tampoco creo que sea esquizofrenia jeje.

Disculpen, pero no voy a caer en el pesimismo, ¡ando alegre con la vida!