miércoles, 29 de diciembre de 2010

Eso que SOY

Se va terminando el año y yo (re) comienzo a escribir. El aterrizaje, que en los primeros días me costó mucho y que aun sigue siendo, me bloqueó las palabras, me quitó el entusiasmo de dejar por escrito sentires y pesares. Pero la Navidad me renovó, me volvió a anunciar una buena noticia y me llenó de ganas de seguir caminando, de seguir compartiendo y de seguir soñando.

Aun no sé cuáles serán los caminos por los que transitaré el año próximo. No sé en qué trabajaré, qué lugares frecuentaré, qué personas encontraré. Puedo insinuar algunas cosas, pero de otras no tengo la más mínima idea. De algún modo, salvando las diferencias, el comienzo del 2011 se asemeja al del 2010, año en el que comenzaba una peregrinación que no sabía por donde me llevaría. Y es lo vivido en este año lo que me hace pararme de un modo distinto en el comienzo del próximo.

Me siento igual pero me siento distinta. Dicho de mejor modo, me siento más lo que SOY. Eso, creo que voy siendo más yo. Si algo tuvo de aprendizaje este viaje fue de mí misma, conocerme, descubrirme, destaparme. Como diría Nacho, dejar que ese manantial profundo aflore. Entonces, redescubro mis potenciales y busco como ponerlas al servicio de otros, asumo mis debilidades y en ellas Dios me da fuerza.

Los primeros días lloré mucho, estaba muy asustada. Tenía miedo de que lo vivido quedara tan solo en el recuerdo, que no pudiera reconocer el llamado de Jesús y por tanto no poder seguirlo de la mejor manera. Hoy me siento más tranquila. Cuando miro atrás y tomo conciencia de lo que hice; cuando releo lo compartido a través de este blog... ahí veo que ya hay señales, que hay algunas certezas (de cosas que quiero y cosas que no quiero), que hay pistas de por donde caminar el tiempo que viene. El espacio comunitario, el estar disponible, el vivir entre los pobres, el desprenderse de las ataduras materiales, valorar los tiempos de encuentro... todo eso quiero que viva en mi vida.

Como decía Erik, de todo eso estuvo plagado este viaje. Nuestra casa en la toma en Neuquén, charlas con mate dulce ahí y en alguna casa vecina, las oraciones con las hermanas... Charlas y caminatas con Wilson, Edgardo, con los pobladores de El Caín, con los jóvenes de Concepción, con amigos en Santiago... Celebraciones en las que se pone la vida como la de Peñalolel y aquellas más íntimas como las de Río Branco... Conocer experiencias comunitarias en Pudahuel y en El Callao... La gratuidad con la que nos recibieron y abrieron las puertas y el corazón... El trabajo y compromiso de tantos en medio de la pobreza y el dolor... Y esto como muestra, porque hay mucho más para decir.

Me alegro cuando veo que en estos días ya hay cosas de éstas que van viviendo en mí. Cuando dejo de darle valor a algunas cosas y le doy valor a otras, cuando disfruto con una caminata solitaria, cuando saboreo los momentos de encuentro, cuando río a carcajadas por el sólo hecho de reír, cuando le huyo a los grandes lujos y me quedo en la sencillez... cuando algo de esto pasa sé que el viaje se hace carne en mi vida.

El año que se va ha sido un año maravilloso para mí. Soy feliz por haberme animado a recorrerlo, feliz por haberme desprendido de algunas cosas para llenarme de otras que me hacen ser más yo, feliz por lo vivido, lo aprendido, lo crecido. Seguirá siendo constante ese ejercicio de desprendimiento para ser cada día un poco más eso que SOY.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Video del viaje

Amigos y amigas, de distintos rincones de nuestra América, con los que compartimos mates, charlas, trabajos, sueños,

Hace dos semanas regresamos a nuestro país, nuestra ciudad, nuestras casas, nuestras familias. Lo hicimos después de ocho meses y medio en los que anduvimos como peregrinos, yendo de aquí para allá, descubriendo lugares, rostros. 261 días en los que el encuentro fue la experiencia más fuerte que vivimos. El encuentro con cada uno de ustedes, el encuentro con muchos otros a través de ustedes, el encuentro con tantos que no tienen voz... y el encuentro con Dios en medio de todo eso, en medio de la pobreza, del dolor, de los sueños y esperanzas, de la lucha por seguir adelante, en medio de la vida.

En cada encuentro, en cada lugar en el que estuvimos, reconocimos a ese Dios que puja por nacer, por hacerse camino en cada una de esas realidades. Esa es la Navidad que queremos celebrar con ustedes, la de un Dios que se hace Dios-con-nosotros. Así lo experimentamos en este peregrinaje, donde la acogida, la escucha, el acompañamiento, la celebración, la solidaridad, lo comunitario, fueron constantes, señales de ese "otro mundo posible", signos de esa Buena Nueva anunciada por Jesús.

Damos gracias a Dios por lo que vivimos, por habernos llamado a seguirlo en estos caminos, por el llamado que nos sigue haciendo y al que esperamos ir respondiendo poco a poco. Damos gracias a todos y cada uno de ustedes por habernos abierto las puertas y el corazón para que este caminar haya sido lo que fue. No alcanzan las palabras ni los gestos para decirles lo agradecidos que estamos. Como signo les enviamos un video que recoge, en imágenes, algo de lo que fue y significó este viaje:


Caminando al Sur - Parte 1


Caminando al Sur - Parte 2


Caminando al Sur - Parte 3



Compartánlo con las comunidades y amigos, muchos de los cuales no tenemos correo electrónico pero a los que recordamos y agradecemos tanto como ustedes.
Muchas gracias y feliz Navidad!

Male y Erik

sábado, 11 de diciembre de 2010

El tiempo del reloj

En estos días un poco difíciles por el "aterrizaje" del viaje he estado pensando en las cosas que más me cuesta volver a adaptarme, muchas a las que no quiero volver pero sin embargo son parte de la sociedad y muy difíciles de borrar. Y mientras pensaba en esto, leia en el libro que me prestó Male, un capítulo dedicado a la paciencia y al tiempo del reloj:


"El tiempo del reloj es un tiempo exterior, un tiempo que tiene una objetividad dura e inmisericorde. El tiempo del reloj nos lleva a pensar en cuánto más nos queda para vivir y si la "vida verdadera" no ha pasado ya para nosotros. El tiempo del reloj sigue diciendo: "¡Apresúrate, apresúrate, el tiempo vuela, quizás te pierdas lo que importa!. Apresúrate a casarte, a encontrar un empleo, a visitar un país, a leer un libro, a obtener un título... Intenta engullir todo antes de que el tiempo se acabe para ti." El tiempo del reloj siempre nos hace partir...


Pero, afortunadamente, para la mayoría de nosotros ha habido también en nuestras vidas otros momentos distintos en los que ha prevalecido la experiencia de la paciencia. Se trata de una experiencia del momento que nos hace desear quedar allí y vivir el momento en plenitud. De algún modo, nos damos cuenta de que en ese momento se contiene todo: e principio, el medio y el fin; el pasado, el presente y el futuro; el dolor y el gozo; la búsqueda y el encuentro.


...Tales momentos no son necesariamente felices y alegres. Pueden estar llenos de tristeza y dolor, o marcados por la agonia y la lucha. Lo que cuenta en ellos es la experiencia de plenitud, importancia íntima y maduración. Lo que cuenta es la conciencia de que en ese momento hemos sido tocados por la vida verdadera. De tales momentos no queremos irnos; al contrario, queremos vivirlos en plenitud."



Recuerdo varios de estos momentos, de ambos,  los momentos de impaciencia donde me urgía partir de un lugar a otro, donde estaba más preocupado por visitar muchos lugares que por disfrutar de cada uno. Pero sobre todo este viaje estuvo lleno de momentos plenos, momentos donde el reloj no tenía la más mínima importancia sino que lo que importaba era la experiencia del encuentro.




Estan muy presentes en mí las charlas nocturnas con Wilson o Edgardo, la oración compartida en la comunidad de Neuquén, el cariño de los niños en casi todos los lugares, el fogón en Talcahuano, la soledad del desierto y de la ciudad, la hospitalidad de tantos, la calidez de hogar en las familias, las despedidas, el sufrimiento de muchos, las celebraciones y por supuesto los silencios, las palabras, las sonrisas y las lágrimas que con Male compartíamos a cada paso del viaje.

Ninguno de esos momentos se rigió nunca por el tiempo del reloj, sino por un tiempo profundamente humano. En este viaje descubrimos otro reloj, el del tiempo interior, el del tiempo de Dios.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Termina el viaje, siguen los sueños

Se termina un largo viaje. Un viaje que comenzó hace mucho, en nuestros sueños por apostar a un mundo nuevo, un mundo fraterno, un mundo más como lo soñó Jesús. Un viaje que planeamos durante un año, con otros, con todos.
Han sido ocho meses, largos a veces, cortos otras. Los últimos días son ya en tierras uruguayas. En Río Branco nos encontramos con otros dos colibríes que han sabido volar mucho, Nacho y María. Compartiendo con ellos pusimos más palabras a lo vivido, rumiamos más esta experiencia, nos animamos a ir recogiendo frutos. Todavía cuesta, aún estamos en viaje, pero ellos nos ayudan para que esta experiencia que nos impulse a hacer más apuestas, a jugarnos cada día más.

Me he preguntado si somos los mismos que salimos de Montevideo aquella mañana del 22 de marzo. Somos los mismos soñadores, los mismos inquietos por vivir más radicalmente el evangelio. Somos los mismos que reímos, lloramos, sufrimos, pensamos... y con todo eso nos relacionamos, queremos, vivimos. Pero hemos aprendido, hemos crecido, hemos descubierto nuevas cosas y nuestra mirada es una mirada nueva. Una mirada nueva de la realidad, de nuestros países hermanos, de la pobreza y de la lucha de los pobres, de la ineficacia de los gobiernos y de la apuesta solidaria y comprometida de muchos. Una mirada nueva a la gente, a cada uno en su totalidad como persona, en su necesidad de ser acompañados, escuchados, queridos. Una mirada nueva de nosotros mismos, ahora que nos conocemos un poquito más.

Creo que de algún modo el viaje sigue. Siguen las búsquedas, siguen las preguntas, siguen los sueños. Y sigue Jesús, acompañándonos y cuidándonos como lo hizo en cada momento de este largo vuelo.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Con los pies en el barro

En este vuelo que nos viene trayendo de regreso al paisito hicimos una parada en Porto Alegre, apenas coordinada unos días antes. Llegamos casi de improviso, sin saber mucho a dónde íbamos ni con qué nos íbamos a encontrar. Pero bastó que Nacho nos vinculara, a nosotros en vuelo con estas Hermanas Franciscanas, para animarnos a anidar por unos días en  tierras "gauchas". Nuevamente el viaje nos confirma lo bueno de abrirse a lo imprevisto, a las sorpresas, a dejarse mimar por Dios en estos nuevos encuentros.
Nos recibieron Myriam, Natalia, María Rosa y más tarde Carina (con quien nos reencontramos y recordamos viejos tiempos del Proyecto Galilea, que tanto nos marcó en nuestras búsquedas). Tres uruguayas y una argentina en tierras brasileras, abriendo paso al Reino en medio de la pobreza, de la violencia, de la droga... Anunciando a  niños, niñas y adolescentes un mundo nuevo, invitándolos a redescubrir otras maneras de relacionarse, otros disfrutes, otras oportunidades.
Es estar "con los pies en el barro", en medio de la gente, viviendo en su mismo barrio, compartiendo su cotidianeidad. Creo que ahí está el llamado, como también lo compartían Quinto y sus hermanos en Paraguay. Que la buena noticia surja en medio de la realidad en que viven. No a pesar de, no después de, sino en medio de; porque Dios se hace presente en esa realidad.
Me sorprendo como tan sólo cinco días nos permiten a veces compartir tanto. En Porto Alegre hicimos amigas, como decía Natalia.  "Son especiales", decía Myriam. Yo creo que lo especial ha sido el encuentro que, a la vez que nos remueve, nos va preparando el corazón para la vuelta a casa.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Ñande Reko'ha, Hesu Korasö

Asi dice en guaraní la entrada de la casa de Quinto, Jose y Simon, en castellano significa: "Nuestra comunidad es el Corazón de Jesús". Ellos llegaron hace pocos meses a Paraguay y están tan entusiasmados que van aprendiendo rápido sobre la cultura guaraní, pero sobre todo se van haciendo cercanos a la gente de las villas donde ahora misionan. Esas villas que ningún cura o congregación quiere ir porque son las más lejanas.
 
Aquí es donde nos recibió Quinto, su nueva casa, refugio para todo tipo de aves y animales, entre ellos los colibries, puerta abierta para todos.

Con cada uno de los lugares pensados hasta el último detalle para recibir a todos los que lleguen. Con los oídos bien atentos para escuchar y acompañar a tanta gente que ha sido olvidada.

 Llegamos a esta casa con "batería baja" de energía (el largo peregrinar se hace notar) pero el encuentro nos cargó de nuevo las pilas, porque la vida entregada genera más vida. Y seguimos volando... ahora cada uno desde su lugar en búsqueda de la tierra sin males.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Para que adentro nazcan cosas nuevas

Los últimos días en el Callao fueron de lindas despedidas, una cena con Teo, con los niños de Tinkuwasi y con la comunidad toda compartiendo la celebración. Dejamos muchos amigos en Bella Vista, lo sentimos en el cariño que nos brindaron y la tristeza al vernos marchar. Nos sentimos muy acompañados en nuestro vuelo, el peso de las alas a veces necesita de más manos que empujen, y en ese sentido creo que nos empujamos todos juntos. Como decía Diana algunos no entendieron nuestro viaje, otros lo van entendiendo en el camino y nosotros quizás entenderemos todo cuando volvamos.

Las despedidas tienen tintes de tristeza, pero también son esos momentos donde se dicen las cosas más lindas que uno fue cultivando para sí en la estadía, a veces me pregunto por qué insistimos en guardarlas para el final. "Fueron como una caricia de Dios a la comunidad" decía Juan y se nos erizaba la piel con esa imagen. Sentir un "te vamos a extrañar" debe ser de las cosas más lindas que uno puede escuchar del otro.

Me gustan las despedidas, esas donde se habla mirándose a los ojos y se saca lo que se puede afuera y todavía hay tiempo para que nazcan cosas nuevas... como dice la canción que cantaba Mercedes Sosa.

Hablar mirándose a los ojos,
sacar lo que se puede afuera,
para que adentro nazcan cosas nuevas 
(Soy pan, soy paz, soy más)

viernes, 22 de octubre de 2010

No te rindas

Nos encontramos en El Callao, zona portuaria de Lima (Perú). Desde hace unas semanas estamos compartiendo con la Comunidad Adsis. A esta comunidad de cinco españoles (Mari Jose, Izaskun, María, Juan y Josu) se suman los Asociados, los Adsis Joven, voluntarios y amigos que entran y salen de la casa, que pasan en distintos momentos, que comparten tareas, celebraciones, reuniones. Es una casa de puertas abiertas, aunque la arquitectura de la casa no da esa sensación, con su gran tamaño y diversos espacios. Pero las casas son lo que quienes viven hacen de ella, y esta casa es lugar de encuentro.
Y así, casa de encuentro, Tinkuwasi, se llama el centro desde el cual se ofrece una biblioteca para niños y adolescentes, espacio de juegos, refuerzo escolar, reuniones con madres, grupo de adolescentes. En Tinkuwasi es donde pasamos nuestras tardes, entre niños, libros, cuadernos y juegos. Un tiempo para la recreación, para la lectura, para aprender, para el afecto.

Los sábados nos movemos de barrio y vamos hacia Boterín. Allí compartimos un espacio de “tiempo libre” para niños que aprovechan esas tardes para pintar y jugar. También hemos incursionado en un taller de Origami, el famoso arte de papel de origen japonés, que se nos ha convertido en un pasatiempo en este viaje (con los crucigramas, claro).
Hace ya siete meses que partimos del paisito y cada vez cuesta más adaptarse a los nuevos lugares y cuesta más despedirse de esos lugares y de su gente. El buscar insertarnos en cada realidad, el arraigarnos, conlleva esos riesgos que asumimos con la certeza de que sólo así tiene sentido esta experiencia, sólo así habrá verdadero encuentro. Creemos y esperamos que en esos encuentros Jesús se hace presente, es en ellos donde nos va hablando, llamando. Las certezas que vamos vislumbrando en este viaje vienen de cada uno de esos encuentros. Hacerlas realidad es tarea para la vuelta, cuando estemos nuevamente junto a quienes siempre nos han acompañado para que se animen a acompañarnos una vez más.

En este tiempo hacemos nuestras las palabras de Benedetti, que días atrás nos lo recordaban en la celebración por la opción de Asociados Adsis de Teo y de Jano:

No te rindas, aún estás a tiempo
De alcanzar y comenzar de nuevo,
Aceptar tus sombras,
Enterrar tus miedos,
Liberar el lastre,
Retomar el vuelo.

No te rindas que la vida es eso,
Continuar el viaje,
Perseguir tus sueños,
Destrabar el tiempo,
Correr los escombros,
Y destapar el cielo.


No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se esconda,
Y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma
Aún hay vida en tus sueños.
Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo
Porque lo has querido y porque te quiero
Porque existe el vino y el amor, es cierto.
Porque no hay heridas que no cure el tiempo.

Abrir las puertas,
Quitar los cerrojos,
Abandonar las murallas que te protegieron,
Vivir la vida y aceptar el reto,
Recuperar la risa,
Ensayar un canto,
Bajar la guardia y extender las manos
Desplegar las alas
E intentar de nuevo,
Celebrar la vida y retomar los cielos.

No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se ponga y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma,
Aún hay vida en tus sueños
Porque cada día es un comienzo nuevo,
Porque esta es la hora y el mejor momento.
Porque no estás solo, porque yo te quiero.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Entre bicentenarios y carnavales

Bolivia es un país con una riqueza y una gran variedad tanto en lo geográfico como en lo cultural. Al dejar San Carlos días atrás, dejamos las llanuras de Santa Cruz para ascender poco a poco por las sierras y cordilleras, y encontrarnos con paisajes y culturas andinas.

El primer destino fue Cochabamba, y para nuestra sorpresa nos encontramos con los festejos del Bicentenario de Independencia de la Ciudad, recordado el 14 de setiembre, pocos días antes de que los chilenos celebren también sus 200 años de independencia. En los cuatros días que recorrimos la ciudad nos cruzamos con diversos desfiles conmemorativos, con trajes de la época algunos, desfiles militares otros. A cada rato se sentía la música al ritmo de tambores y trompetas. No faltaron las celebraciones ecuménicas en las que también participó el Presidente Evo Morales.

La ruta ascendente nos llevó a Oruro, al Santuario de la Virgen del Socavón, patrona de los mineros. Allí fuimos recibidos por los religiosos Siervos de María, en un Santuario construido sobre viejas minas, una convertida en museo que pudimos visitar. Pero Oruro, siendo pueblo minero, es más conocido mundialmente por su Carnaval, declarado por Unesco Patrimonio Intangible de la Humanidad. Nuestra visita no coincidió con esta fiesta, pero sí con la "Entrada" de los estudiantes. Es decir, con los bailes y procesiones de Carnaval de los distintos colegios de la ciudad, que recorren bailando varia calles en un trayecto que dura aproximadamente 3 horas. Se denomina "Entrada" porque el recorrido culmina entrando de rodillas al Santuario, a los pies de la Virgen del Socavón. Así es también el famoso carnaval, una fiesta donde lo religioso se entremezcla con lo pagano. Una fiesta llena de color, de baile y de música.

Y de Oruro nos fuimos a La Paz, ciudad de grandes subidas y bajadas, que a esa altura sobre el nivel del mar cansan mucho más. Desde distintos puntos se tienen vistas hermosas de la ciudad, construida en una especie de "cajón" desde las montañas al valle. La recorrimos en menos de un día, pues a la mañana siguiente partimos rumbo a Copacabana, sobre el Lago Titicaca, para conocer este lago sagrado y la famosa Isla del Sol. Hermosos paisajes que se suman a tantos a lo largo de este viaje.
El destino siguiente fue Perú, donde hoy estamos. Pero eso es ya otra historia.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Una mirada sobre lo andado

Una de las cosas que creo que ya puedo reconocer como fruto de esta travesía es (re)descubrir una manera de celebrar la fe, de compartir la vida, de ser hermana y compañera… desde experiencias que me han llegado mucho, en las que palpito algo especial, hasta de aquellas que no me gustan, todo ha servido para reafirmar, para descubrir, cosas que tienen que ver con esa PJ que soñamos. En realidad, con esa iglesia que soñamos. Todavía me cuesta ponerle palabras a algunas cosas, expresarlas de la mejor manera posible, pero vale el esfuercito para compartirlas.

Creo que hay que recuperar la experiencia de las primeras comunidades cristianas. Reunirse en las casas, compartir la vida, compartir la palabra, compartir el pan. Y así como está dicho, acompañarnos en lo que vivimos, y en el lugar en que vivimos. Salir de los grandes templos, meternos en el barro. No llamar, IR, como nos dice el lema del a JNJ “Vamos a tu casa, Jesús nos espera”. No sé, volver a la esencia, a la fuente. Que Iglesia sea vivir y compartir la fe con otros.

Y cuando celebramos y compartimos, que sea nuestra vida la que esté puesta sobre la mesa. No nuestras grandes ideas y teorías, ni intelectualidades. Sí, son parte nuestra, pero que esté la vida sencilla también, los dolores y alegrías de cada día, los esfuerzos por salir adelante, las risas y las calenturas. En algunas reuniones y celebraciones que participamos sentí una fuerte necesidad de “abajamiento”. La gente compartía cosas muy de su vida, y a mí solo se me ocurrían ideas teóricas, hermosamente elaboradas, pero totalmente intelectuales. No reniego de eso, es gran parte de lo que soy, pero vale conectarse también desde otro lugar, desde la propia fe. En ese sentido recuerdo algo que en la reunión de Amerindia que participamos en Chile, hablando de la “Iglesia que amo”, decía Diego Irarrázaval: Menos definición de Dios; más música y poesía creyente. Y creo que debe ir por ahí.

Acompañar y acompañar. Estar disponibles. Darnos tiempo para escuchar, para estar, para dar la mano que alguien necesita. Acompañar en las búsquedas profundas, en los procesos de fe, en los cuestionamientos. Pero acompañar también en lo pequeño, lo cotidiano, desde ir al médico hasta una charla con mate de por medio, porque hay alguien que solamente necesita desahogarse un poco. Al final lo que importa es que seamos felices, que estemos bien. Dice un artículo que “ahorita” mismo estoy leyendo, que el cristianismo comenzó con un encuentro, el de aquellos hombres con Jesús de Nazaret. Lo que les cambió fue que se encontraron, no que les leyeron unas verdades o bellas teorías sobre Dios.

Y un poco en esta línea, disfrutar del recibir y acoger a otros. Si hay algo que hemos podido experimentar en este viaje ha sido y está siendo la gratuidad de los que nos reciben. Nos abren con alegría las puertas de su casa, nos dan techo y comida, comparten con nosotros sus vidas, en las tareas cotidianas, en las charlas, en otras actividades. Y experimentar esa gratuidad es un regalo hermoso. Sentir que en todos lados nos han querido, cuidado… Creo que es una práctica linda, abrir las puertas de nuestra casa, con todo lo que ello implica.

No sé si todo esto tiene mucho que ver con la PJ que soñamos, pero por ahí van mis propios sueños. Me ha hecho bien escribirlo, me ha ayudado a recoger ya frutos de esta experiencia intensa, movilizadora y hermosa.

domingo, 5 de septiembre de 2010

San Carlos


Nos despedimos de Edgardo en Camiri, cada vez las despedidas y los cambios se nos hacen más difíciles, por momentos nos invade esa soledad que acompaña a la itinerancia, pero que se consuela con el siguiente encuentro y con los seres queridos que nos alientan a seguir aún cuando nos esperan de vuelta.


Antes de partir hacia Santa Cruz nos encontramos con Jorge, el ahijado de Nacho y nuestro conocido de la Pastoral Juvenil de Uruguay. Con el compartimos un rico asado junto con varias voluntarias italianas que vinieron por estos lares a terminar sus tesis sobre temas relacionados a la salud. Recordamos anécdotas de nuestro pasaje por la PJ y, aunque cambiaríamos muchas cosas, sacamos lo bueno que ha sido para nuestro aprendizaje al caminar y los amigos que allí hemos conocido. Justo hoy estarán reunidos en la JNJ de Uruguay muchos jóvenes, rezamos por ellos y sus búsquedas.


Finalmente, con una escala en Santa Cruz de pocos minutos, llegamos a San Carlos muy temprano en la mañana. Tanto que no nos animamos a despertar a Gary y su familia para conocer nuestra nueva casa en este pintoresco pueblito. Por suerte parece que hemos dejado los frios invernales atras, pero en unos días más el clima templado se transformó en un calor agobiante y húmedo, en ese sentido estamos casi en un verano uruguayo.

Gary fue parte del grupo de migrantes de la diócesis de Tacuarembó-Rivera, antes llamado Norte-Norte, fue gracioso saber que ya nos conociamos pero no lo sabíamos. Revisando unas fotos viejas nos reconocimos en un cumpleaños de Leo, un amigo en común, y quien diría poder reencontrarnos 6 años después. Este vuelo nos vuelve a sorprender con los tejidos que crea.


Hace algunos años Gary vino a hacer una experiencia de voluntariado aquí en San Carlos, en el Centro de Niños Desnutridos del P. Luis, que ahora esta a cargo de las hnas. de la Providencia. Conocer a los niños es algo impactante, saber que a poca distancia de nuestro Uruguay existe una pobreza tal que hasta ahora únicamente aparecía en los documentales de África nos shockeo mucho. Me pregunto ¿Cómo es posible que en el país con más riquezas minerales de todos los países de América del Sur llegue a haber tal extremo de pobreza? Solo en un sistema donde el lucro vale más que la vida misma.


Entonces que lindo es encontrar en este vuelo personas como Gary, su esposa Sonia, las hnas del Centro, y tantas otras que dedican sus vidas a los más débiles entre los débiles, a los que hasta su propia familia desecha. Son la felicidad de esos niños, convencidos de que simplemente, y siendo tan simple me cuesta creer que sea olvidado, cada vida vale el riesgo y la entrega a fondo.

lunes, 9 de agosto de 2010

Villamontes - Bolivia

Después de un viaje laaargo en "flota" y colectivo, entrando por Uyuni a Bolivia, saliendo por La Quiaca a Argentina y volviendo a entrar por Yacuiba, llegamos a Villamontes en el corazón del chaco boliviano. Aqui nos esperaba Edgardo, con el mate y las charlas volvimos a sentirnos como en casa.

Los primeros días fueron fríos, cosa poco vista en estas latitudes, pero una vez que asomó el sol nos empezamos a olvidar, por primera vez en el viaje, de las camperas y las bufandas. Eso si, todavía van a estar a la mano porque tenemos pensado volver a la altura.

Y aprovechando el clima semi-tropical y cálido, hace unos días se nos unió Alfonso, diácono de Villa Soriano que tiene por costumbre todos los inviernos, escapar del frio que le puede complicar su asma y migrar hacia el norte como los pajaros y como también tuvo que hacerlo la familia del Che en su infancia.

Junto con Alfonso salimos ayer a misionar por el barrio, con la idea de empezar a formar una comunidad de base. Alfonso tiene casi 80 años pero su espíritu parece de 18. Contagia unas ganas terribles de encontrarse con la gente y ya se ganó el afecto de un matrimonio que muy pronto serán dos y así se iran sumando más encuentros. También con Nahir, otra uruguaya voluntaria de Caritas nos encontramos con una familias que forman una cooperativa y que están construyendo su casita de material con aportes del gobierno.

Siembras de un Colibrí que se iniciara hace algunos años en este mismo lugar.

martes, 3 de agosto de 2010

De encuentros en Santiago de Chile

Santiago fue lugar de encuentros. Encuentros con viejos amigos, uruguayos y chilenos. Encuentros con amigos nuevos, de esos que vamos haciendo durante esta travesía. Encuentros con amigos de amigos, de esos que nos van contactando. Así ha sido Chile toda y especialmente Santiago. El último fin de semana nuestro en Santiago (17 y 18 de julio) hubo tres encuentros que me gustaría especialmente compartir.

1) Amerindia Chile
La mañana del sábado 17 comenzó con la reunión del grupo amerindio de Chile, que esta vez consistió en un pequeño retiro. A 4 meses de comenzado el viaje poder tener esta instancia para ponerme en presencia de Dios, preguntarme cómo estoy, qué espero, qué busco... fue una bendición. Y también ponerle palabras a esa "Iglesia que amo" y compartirlo con otros que sueñan lo mismo. Es sentir que eso de que los sueños compartidos pueden ser realidad, es cierto.
Compartir con Amerindia en Chile fue también presencia de otra iglesia posible, como ha sido y es Amerindia en cada lugar del continente. Me sentí tan parte de esa red, como lo vivo en nuestro grupo uruguayo. Ponerle rostro a tantos nombre que había escuchado. Constatar que para otros también Amerindia es ese espacio de libertad, donde se puede decir lo que se piensa, lo que se siente, lo que se vive. Comprender y vivir ese aspecto latinoamericano tan fundamental de esta red.

2) La Comunidad de Pudahuel
Por la tarde del mismo sábado nos trasladamos a Pudahuel, una comuna popular de Santiago. Allí nos encontramos con jóvenes de CVX que desde hace un año y medio viven en comunidad. Son cuatro jóvenes chilenos que hoy reciben además a dos jóvenes estadounidenses que están realizando una experiencia de voluntariado por estos lados.
Nos compartieron desde las cuestiones prácticas de convivencia y economía, hasta los momentos de oración y encuentro grupal. También la inserción en el barrio, incluso celebramos con ellos la Eucaristía en la capilla de la zona. Escuchar cómo fue el proceso de búsqueda, de conformación de la comunidad, fue encontrarme con mis propias búsquedas y mis propios sueños. Descubrir que es posible, que a veces es cuestión de animarse y contagiar.

3) Celebración de la Eucaristía en una población
El domingo por la tarde, gracias a la invitación de Loreto de Amerindia, fuimos a una población recién formada en la comuna de Peñalolen, en la precordillera de Santiago. Allí la comunidad cristiana celebra la Eucaristía en casa de una señora de la comunidad, con un sacerdote jesuita... y allí fuimos.
Nos encontramos con una celebración donde la vida de la gente se pone sobre la mesa. Para mí fue lo que me gusta llamar "mesa compartida", verdadera comunión. No se trataba de hechos extraordinarios, era la vida de cada día, con sus luchas, sus doleres, sus alegrías, sus intentos por seguir andando. Me dejó pensando en cuánto me cuesta dejar de la dos intelectualidades y teorías y "bajar" (aunque esa no es la palabra correcta) a la sencillez de la vida, a su esencia.
El encuentro culminó con sopaipillas y té. Más compartido, imposible.

Ese fin de semana en Santiago fue de esos encuentros que me hacen conectar con algo profundo mío, con sueños, con anhelos. Encuentros que me hacen palpitar y sentir la presencia de un Jesús cercano, amigo, que me invita a seguirlo cada día más.

viernes, 16 de julio de 2010

Isla de Maipo - 12 años después

El centro de Isla de Maipo (1998 y 2010)

Hace dos días salimos de Santiago con rumbo a Isla de Maipo con la intención de encontrar a la familia que me había recibido para el Encuentro Continental de Jóvenes una semana de octubre del año 1998. Habían pasado 12 años, el contacto con ellos se había cortado y no recordaba ningún nombre, ni calle, ni tenía ningún otro dato más que la foto de esta familia numerosa y muchas ganas de encontrarlos. Aun así y a pesar de la poca información, tenía mucha fe en que el reencuentro se daría.


Así es que luego de casi 1 hora y media de viaje en "liebre", pasamos de largo por Talagante y llegamos a la Isla. Ni bien nos bajamos, trate de concentrarme en algún edificio que me hiciera acordar algo, pero al principio mi memoria visual se sentía tan perdida como yo. Entonces encontramos la iglesia, y el colegio al lado que era  lo que yo más recordaba porque ahi tuvimos la mayoría de los trabajos y encuentros en aquel entonces. Pero después de tanto tiempo la iglesia tenía otro color y el colegio había sufrido muchas reformas, así que aun dudaba que hubiera sido ese el lugar donde nos recibió la comunidad de la Isla hacía 12 años. Entramos en la parroquia y preguntamos a la secretaria por algún dato, algún registro que hubiese quedado de los participantes del encuentro y sus familias. Y, claro, la secretaria era nueva y no tenía ni idea de lo que estábamos hablando. Así que nuestro primer intento detectivesco fue un fracaso.

La mina de cobre (1998 y 2010)

De todas formas un tipo más veterano nos dio la dirección de la que fuera secretaria de la parroquia en ese entonces, y ahí partimos no sin antes preguntar por el párroco y nos dijeron que ya no era el mismo, obviamente, pero que volvería a eso de las 12. Llegamos a la casa de esta Nany (la ex secretaria) pero no estaba, nos atendió su mamá que tenía pocos recuerdos de aquella época y de las actividades de su hija, y ese fue nuestro segundo fracaso. Así que volvimos a las 12 a la parroquia y ahí nos cruzamos con Victor, el párroco que apenas tendría unos 30 y pocos años. Le preguntamos y nos dijo, para mi sorpresa, que si había estado en el encuentro pero como seminarista, y que si le dábamos algún dato de la flia podría llegar a conocerla. Yo lo único que tenía era las fotos en la cámara, que por ser copiadas directamente en la memoria no me las reconoció, así que lo que quedaba era imprimirlas. El cura estaba un poco apurado porque tenía una misa en el campo, así que acordamos en que imprimíamos las fotos y nos reencontrábamos en 1 hora en la parroquia.

El rio Maipo (1998 y 2010)

Entonces fuimos a un cyber a imprimir las fotos. Pasó que en el primer cyber a la mitad de la primera foto se terminó la tinta, así que fuimos a un segundo y ahí nos cobraron el doble pero para mi la foto valía mucho más que eso. Después fuimos a almorzar, y cercano a la hora nos sentamos en la escalinata de la iglesia a aprovechar el solsito de invierno y a esperar al cura. Pero pasó la hora y pasaron varios minutos más y el cura no aparecía, y nuestra impaciencia pudo más así que decidimos salir a buscar la casa por nuestra cuenta.
Mirando hacia el rio (1998 y 2010)

Yo tenía cierto recuerdo del camino desde la parroquia a la casa, un recuerdo algo difuso que me indicaba seguir derecho por la misma calle hasta el fondo y luego doblar hacia la izquierda, así que intentamos seguir ese recuerdo aunque las cosas podrían haber cambiado mucho: la calle quizás se hubiese alargado o la casa quizás estuviese toda cambiada, o quizás ya no estuvieran ahí. Pero no perdíamos nada con intentarlo, así que llegamos al final de la calle y ahí en la esquina vimos un chalet enorme todo amurallado que parecía tener pocos años de construido, empecé a temer que todo el barrio estuviese cambiado.

Doblamos la esquina y al ver la siguiente casa no lo podía creer, ahi estábamos casi como en una película comparando la foto con la casa.. ¡Y era igual! Ahí me acerqué a un hombre veterano que estaba carpiendo en el frente y le pregunté, sospechando haberlo visto antes: ¿Ud vive aquí? ¿Se acuerda de mí?. Y al instante dijo "Erik! Tanto tiempo!" y yo me quede helado, era imposible que me reconociera tan rápido después de tanto años, con lo cambiado que estoy, y así fue. Yo estaba tan emocionado que no me salieron las palabras, y nada más nos fundimos en un gran abrazo casi como si el tiempo no hubiera pasado.

La familia Muñoz (1998 y 2010)

Entramos en la casa y siguieron los reencuentros, apenas podíamos contener la emoción, después de 12 años y se acordaban de mi como si hubiese estado ayer, de cada detalle, cada cosa que comí y no comí, lo poco que hablaba, de todo. Hasta había conservado las cartas que yo les había enviado y que ni yo me acordaba, incluso una que mis padres les habían hecho llegar agradeciendo mi estadía en su casa.

Pasamos dos días increíbles con ellos, mientras las emociones se entrecruzaban, los recuerdos volvían a aparecer y lo más fuerte era sentir que el tiempo no parecía haber afectado el afecto y el cariño de 12 años atrás, a pesar de que no tuviéramos ningún contacto. Como si lo hubiéramos guardado en un frasquito bien tapado esperando destaparse en el momento del reencuentro, y todo siguiera igual aunque los años nos fueron cambiando y madurando. Y como continuando aquella experiencia visitamos los lugares que no pudimos y tuvimos tiempo para compartir todo lo que el encuentro del 98 no previó.


Para mi fue uno de los momentos más emocionantes de mi vida. Un momento que me confirma que a pesar de los años y las experiencias, hay algo en nuestra esencia que permanece ahí intacto, que nos permite reconocer que aquel encuentro primero fue algo real y sincero, ese Espíritu que mantiene una llama que se enciende en cada reencuentro. Son esos reencuentros los que más nos impulsan a generar más encuentros y nos llenan de vida y fuerzas para seguir este camino.

viernes, 2 de julio de 2010

Huellas de un terremoto

Pisamos tierras chilenas el viernes 28 de mayo al cruzar la Cordillera de los Andes por el Paso Mamuil Malal. Llegamos a Pucón, bajo la sombra del Volcán Villarrica, donde los cambios de moneda, de acentos y modismos al hablar nos señalaban a cada momento que estábamos en otro país. Nuestro camino siguió hacia Valdivia y, finalmente, el día 2 de junio llegamos al Gran Concepción. En nuestro andar nos encontramos con paisajes hermosos: volcanes, parques, ríos, playas... lugares para contemplar, para admirar la naturaleza.

Camino a Concepción no sabíamos con qué nos íbamos a encontrar. Habíamos visto las imágenes de la ciudad luego del terremoto del 27 de febrero, habíamos escuchado en Valdivia algunas historias de aquella noche inolvidable para muchos, nos alertaban de que las réplicas continuaban; pero lo cierto es que no teníamos mucha idea de lo que eso significaba.
Una de las primeras imágenes que vimos de Concepción fue un edificio colapsado, el Alto Río, caso del cual se sigue hablando por los incumplimientos de las leyes antisísmicas por parte de la constructora. En un programa de televisión dedicado a este caso, aunque un poco sensacionalista, veíamos las pérdidas de vida y materiales que esto había significado, lo que fueron las operaciones de rescate, el dolor que aun perdura en quienes habitaron ese edificio recientemente construido y que prometía una estabilidad que no fue tal.

Los efectos del terremoto se ven en la ciudad, en algunos otros edificios que también deberán ser demolidos, en espacios vacíos que un día fueron construcciones, en las calles aun rotas. Pero los efectos más fuertes, que no están en la ciudad de Concepción sino en comunas aledañas, son los del maremoto.

En la comuna de Talcahuano, donde nos recibió el Padre Nino y, junto con él, jóvenes de la Pastoral Juvenil de la Arquidiócesis (varios de los cuales nos han recibido en sus casas estos días), pudimos recorrer el sector Santa Clara. Allí el mar levantó casas enteras, contenedores y barcos que terminaron en tierra firme. Junto con personas de la comunidad caminamos por el barro que abunda en las calles. Se veían las "mediaguas" de emergencia que entregó el gobierno y también otras que fueron aportadas por la comunidad católica de la zona. Muchos voluntarios de distintos lados trabajaron en la construcción.

En Caleta Tumbes, zona de pescadores, las casas costeras casi no existen. El mar las levantó y en su lugar hay hoy "mediaguas". Y los botes... destrozados.

En Dichato recibimos el mayor impacto. Enseguida uno puede visualizar los rastros de lo que fue y ya no es. Se ven los pisos de baldosa de lo que fueron casas, fachadas que no contienen nada detrás, baños aislados que quedaron en pie... Un panorama desolador.

Nuestros ojos registraron muchas imágenes, nuestros oídos escucharon mil y una historias de lo vivido la noche del terremoto y maremoto. La gente quería compartir su historia, y nosotros queríamos escucharla. La experiencia fue una invitación al desprendimiento, a no aferrarse a los bienes materiales, a reencontrarse con lo más importante de la vida, que es la vida misma. Como cada vez que sucede una catástrofe de este tipo, los más afectados son los pobres. Y, como leí en un libro sobre las comunidades de El Salvador en los años '70, ellos son el lugar privilegiado para leer lo que Dios nos está diciendo.

sábado, 5 de junio de 2010

En la ruta del Che


"El camino serpentea entre los cerros bajos 
que apenas señalan el comienzo de la gran cordillera
 y va bajando pronunciadamente hasta desembocar en el pueblo,
 tristón y feúcho, pero rodeado de magníficos cerros
 poblados de una vegetacíon frondosa..."
Notas de Viaje (Diario en Motocicleta)


En nuestro caminar, ahora un poco más turístico, llegamos a San Martín de los Andes que descubrimos como un pueblo netamente turístico y, por llegar nosotros fuera de temporada, prácticamente vacío. Caminemos por donde caminemos, por todos lados se ven carteles para alquilar cabañas, y la mayoría están inhabitadas. Estamos con sentimientos encontrados. Por un lado nos sentimos unos privilegiados por tener tan increibles paisajes a la vista solo de nosotros, pero a la vez da la sensación de encontrarnos en un pueblo desolado, casi como fabricado para otras epocas del año.

Nos alojamos en un hostal medio escondido, sin un cartel que lo identifique como tal y, como era de esperar, apenas hay 4 personas ademas de nosotros, y en nuestro cuarto de cuatro camas solamente estamos nosotros dos. En uno de los tantos folletos típicos de estos albergues, aparece la foto del Che, con los datos de un museo llamado "La Pastera". Un nombre bastante particular, luego nos enteramos que era un lugar donde guardaban el pasto para los caballos que usaban los guardaparques del pueblo. Fue ese el hotel de Ernesto y Alberto en su paso por San Martin de los Andes, llevados por la Poderosa II luego de que fracasara su intento de alojarse en un dispensario de Salud Publica. Me surge ahora la pregunta de que se podra haberse imaginado el sereno que los alojo en ese lugar, al ver su facha terrible por tanto camino andado y todavia en moto, en el mito que se iba a convertir despues uno de sus "inquilinos". 


Ese lugar sin duda es un tunel del tiempo, y cuando paseas por ahi es inevitable querer revivir esos dias junto a esos dos gurises que se largaron a la aventura de conocer la "America Mayúscula", desde las realidades mas sumergidas de esos lugares que solo muestran la cara mas linda a los turistas, en la simpleza de compartir unos mates con el sereno de un establo. Ahi se fue pintando y forjando un pensamiento diferente basado en el amor. Y me di cuenta de que, por ahi en el fondo, por alguna casualidad o cosa de Dios, compartimos una busqueda en comun. Que ganas de subirme de nuevo en este viaje.