lunes, 9 de agosto de 2010

Villamontes - Bolivia

Después de un viaje laaargo en "flota" y colectivo, entrando por Uyuni a Bolivia, saliendo por La Quiaca a Argentina y volviendo a entrar por Yacuiba, llegamos a Villamontes en el corazón del chaco boliviano. Aqui nos esperaba Edgardo, con el mate y las charlas volvimos a sentirnos como en casa.

Los primeros días fueron fríos, cosa poco vista en estas latitudes, pero una vez que asomó el sol nos empezamos a olvidar, por primera vez en el viaje, de las camperas y las bufandas. Eso si, todavía van a estar a la mano porque tenemos pensado volver a la altura.

Y aprovechando el clima semi-tropical y cálido, hace unos días se nos unió Alfonso, diácono de Villa Soriano que tiene por costumbre todos los inviernos, escapar del frio que le puede complicar su asma y migrar hacia el norte como los pajaros y como también tuvo que hacerlo la familia del Che en su infancia.

Junto con Alfonso salimos ayer a misionar por el barrio, con la idea de empezar a formar una comunidad de base. Alfonso tiene casi 80 años pero su espíritu parece de 18. Contagia unas ganas terribles de encontrarse con la gente y ya se ganó el afecto de un matrimonio que muy pronto serán dos y así se iran sumando más encuentros. También con Nahir, otra uruguaya voluntaria de Caritas nos encontramos con una familias que forman una cooperativa y que están construyendo su casita de material con aportes del gobierno.

Siembras de un Colibrí que se iniciara hace algunos años en este mismo lugar.

martes, 3 de agosto de 2010

De encuentros en Santiago de Chile

Santiago fue lugar de encuentros. Encuentros con viejos amigos, uruguayos y chilenos. Encuentros con amigos nuevos, de esos que vamos haciendo durante esta travesía. Encuentros con amigos de amigos, de esos que nos van contactando. Así ha sido Chile toda y especialmente Santiago. El último fin de semana nuestro en Santiago (17 y 18 de julio) hubo tres encuentros que me gustaría especialmente compartir.

1) Amerindia Chile
La mañana del sábado 17 comenzó con la reunión del grupo amerindio de Chile, que esta vez consistió en un pequeño retiro. A 4 meses de comenzado el viaje poder tener esta instancia para ponerme en presencia de Dios, preguntarme cómo estoy, qué espero, qué busco... fue una bendición. Y también ponerle palabras a esa "Iglesia que amo" y compartirlo con otros que sueñan lo mismo. Es sentir que eso de que los sueños compartidos pueden ser realidad, es cierto.
Compartir con Amerindia en Chile fue también presencia de otra iglesia posible, como ha sido y es Amerindia en cada lugar del continente. Me sentí tan parte de esa red, como lo vivo en nuestro grupo uruguayo. Ponerle rostro a tantos nombre que había escuchado. Constatar que para otros también Amerindia es ese espacio de libertad, donde se puede decir lo que se piensa, lo que se siente, lo que se vive. Comprender y vivir ese aspecto latinoamericano tan fundamental de esta red.

2) La Comunidad de Pudahuel
Por la tarde del mismo sábado nos trasladamos a Pudahuel, una comuna popular de Santiago. Allí nos encontramos con jóvenes de CVX que desde hace un año y medio viven en comunidad. Son cuatro jóvenes chilenos que hoy reciben además a dos jóvenes estadounidenses que están realizando una experiencia de voluntariado por estos lados.
Nos compartieron desde las cuestiones prácticas de convivencia y economía, hasta los momentos de oración y encuentro grupal. También la inserción en el barrio, incluso celebramos con ellos la Eucaristía en la capilla de la zona. Escuchar cómo fue el proceso de búsqueda, de conformación de la comunidad, fue encontrarme con mis propias búsquedas y mis propios sueños. Descubrir que es posible, que a veces es cuestión de animarse y contagiar.

3) Celebración de la Eucaristía en una población
El domingo por la tarde, gracias a la invitación de Loreto de Amerindia, fuimos a una población recién formada en la comuna de Peñalolen, en la precordillera de Santiago. Allí la comunidad cristiana celebra la Eucaristía en casa de una señora de la comunidad, con un sacerdote jesuita... y allí fuimos.
Nos encontramos con una celebración donde la vida de la gente se pone sobre la mesa. Para mí fue lo que me gusta llamar "mesa compartida", verdadera comunión. No se trataba de hechos extraordinarios, era la vida de cada día, con sus luchas, sus doleres, sus alegrías, sus intentos por seguir andando. Me dejó pensando en cuánto me cuesta dejar de la dos intelectualidades y teorías y "bajar" (aunque esa no es la palabra correcta) a la sencillez de la vida, a su esencia.
El encuentro culminó con sopaipillas y té. Más compartido, imposible.

Ese fin de semana en Santiago fue de esos encuentros que me hacen conectar con algo profundo mío, con sueños, con anhelos. Encuentros que me hacen palpitar y sentir la presencia de un Jesús cercano, amigo, que me invita a seguirlo cada día más.