Bolivia es un país con una riqueza y una gran variedad tanto en lo geográfico como en lo cultural. Al dejar San Carlos días atrás, dejamos las llanuras de Santa Cruz para ascender poco a poco por las sierras y cordilleras, y encontrarnos con paisajes y culturas andinas.
El primer destino fue Cochabamba, y para nuestra sorpresa nos encontramos con los festejos del Bicentenario de Independencia de la Ciudad, recordado el 14 de setiembre, pocos días antes de que los chilenos celebren también sus 200 años de independencia. En los cuatros días que recorrimos la ciudad nos cruzamos con diversos desfiles conmemorativos, con trajes de la época algunos, desfiles militares otros. A cada rato se sentía la música al ritmo de tambores y trompetas. No faltaron las celebraciones ecuménicas en las que también participó el Presidente Evo Morales.
La ruta ascendente nos llevó a Oruro, al Santuario de la Virgen del Socavón, patrona de los mineros. Allí fuimos recibidos por los religiosos Siervos de María, en un Santuario construido sobre viejas minas, una convertida en museo que pudimos visitar. Pero Oruro, siendo pueblo minero, es más conocido mundialmente por su Carnaval, declarado por Unesco Patrimonio Intangible de la Humanidad. Nuestra visita no coincidió con esta fiesta, pero sí con la "Entrada" de los estudiantes. Es decir, con los bailes y procesiones de Carnaval de los distintos colegios de la ciudad, que recorren bailando varia calles en un trayecto que dura aproximadamente 3 horas. Se denomina "Entrada" porque el recorrido culmina entrando de rodillas al Santuario, a los pies de la Virgen del Socavón. Así es también el famoso carnaval, una fiesta donde lo religioso se entremezcla con lo pagano. Una fiesta llena de color, de baile y de música.
Y de Oruro nos fuimos a La Paz, ciudad de grandes subidas y bajadas, que a esa altura sobre el nivel del mar cansan mucho más. Desde distintos puntos se tienen vistas hermosas de la ciudad, construida en una especie de "cajón" desde las montañas al valle. La recorrimos en menos de un día, pues a la mañana siguiente partimos rumbo a Copacabana, sobre el Lago Titicaca, para conocer este lago sagrado y la famosa Isla del Sol. Hermosos paisajes que se suman a tantos a lo largo de este viaje.
El destino siguiente fue Perú, donde hoy estamos. Pero eso es ya otra historia.
sábado, 25 de septiembre de 2010
miércoles, 8 de septiembre de 2010
Una mirada sobre lo andado
Una de las cosas que creo que ya puedo reconocer como fruto de esta travesía es (re)descubrir una manera de celebrar la fe, de compartir la vida, de ser hermana y compañera… desde experiencias que me han llegado mucho, en las que palpito algo especial, hasta de aquellas que no me gustan, todo ha servido para reafirmar, para descubrir, cosas que tienen que ver con esa PJ que soñamos. En realidad, con esa iglesia que soñamos. Todavía me cuesta ponerle palabras a algunas cosas, expresarlas de la mejor manera posible, pero vale el esfuercito para compartirlas.
Creo que hay que recuperar la experiencia de las primeras comunidades cristianas. Reunirse en las casas, compartir la vida, compartir la palabra, compartir el pan. Y así como está dicho, acompañarnos en lo que vivimos, y en el lugar en que vivimos. Salir de los grandes templos, meternos en el barro. No llamar, IR, como nos dice el lema del a JNJ “Vamos a tu casa, Jesús nos espera”. No sé, volver a la esencia, a la fuente. Que Iglesia sea vivir y compartir la fe con otros.
Y cuando celebramos y compartimos, que sea nuestra vida la que esté puesta sobre la mesa. No nuestras grandes ideas y teorías, ni intelectualidades. Sí, son parte nuestra, pero que esté la vida sencilla también, los dolores y alegrías de cada día, los esfuerzos por salir adelante, las risas y las calenturas. En algunas reuniones y celebraciones que participamos sentí una fuerte necesidad de “abajamiento”. La gente compartía cosas muy de su vida, y a mí solo se me ocurrían ideas teóricas, hermosamente elaboradas, pero totalmente intelectuales. No reniego de eso, es gran parte de lo que soy, pero vale conectarse también desde otro lugar, desde la propia fe. En ese sentido recuerdo algo que en la reunión de Amerindia que participamos en Chile, hablando de la “Iglesia que amo”, decía Diego Irarrázaval: Menos definición de Dios; más música y poesía creyente. Y creo que debe ir por ahí.
Acompañar y acompañar. Estar disponibles. Darnos tiempo para escuchar, para estar, para dar la mano que alguien necesita. Acompañar en las búsquedas profundas, en los procesos de fe, en los cuestionamientos. Pero acompañar también en lo pequeño, lo cotidiano, desde ir al médico hasta una charla con mate de por medio, porque hay alguien que solamente necesita desahogarse un poco. Al final lo que importa es que seamos felices, que estemos bien. Dice un artículo que “ahorita” mismo estoy leyendo, que el cristianismo comenzó con un encuentro, el de aquellos hombres con Jesús de Nazaret. Lo que les cambió fue que se encontraron, no que les leyeron unas verdades o bellas teorías sobre Dios.
Y un poco en esta línea, disfrutar del recibir y acoger a otros. Si hay algo que hemos podido experimentar en este viaje ha sido y está siendo la gratuidad de los que nos reciben. Nos abren con alegría las puertas de su casa, nos dan techo y comida, comparten con nosotros sus vidas, en las tareas cotidianas, en las charlas, en otras actividades. Y experimentar esa gratuidad es un regalo hermoso. Sentir que en todos lados nos han querido, cuidado… Creo que es una práctica linda, abrir las puertas de nuestra casa, con todo lo que ello implica.
No sé si todo esto tiene mucho que ver con la PJ que soñamos, pero por ahí van mis propios sueños. Me ha hecho bien escribirlo, me ha ayudado a recoger ya frutos de esta experiencia intensa, movilizadora y hermosa.
domingo, 5 de septiembre de 2010
San Carlos
Nos despedimos de Edgardo en Camiri, cada vez las despedidas y los cambios se nos hacen más difíciles, por momentos nos invade esa soledad que acompaña a la itinerancia, pero que se consuela con el siguiente encuentro y con los seres queridos que nos alientan a seguir aún cuando nos esperan de vuelta.
Antes de partir hacia Santa Cruz nos encontramos con Jorge, el ahijado de Nacho y nuestro conocido de la Pastoral Juvenil de Uruguay. Con el compartimos un rico asado junto con varias voluntarias italianas que vinieron por estos lares a terminar sus tesis sobre temas relacionados a la salud. Recordamos anécdotas de nuestro pasaje por la PJ y, aunque cambiaríamos muchas cosas, sacamos lo bueno que ha sido para nuestro aprendizaje al caminar y los amigos que allí hemos conocido. Justo hoy estarán reunidos en la JNJ de Uruguay muchos jóvenes, rezamos por ellos y sus búsquedas.
Finalmente, con una escala en Santa Cruz de pocos minutos, llegamos a San Carlos muy temprano en la mañana. Tanto que no nos animamos a despertar a Gary y su familia para conocer nuestra nueva casa en este pintoresco pueblito. Por suerte parece que hemos dejado los frios invernales atras, pero en unos días más el clima templado se transformó en un calor agobiante y húmedo, en ese sentido estamos casi en un verano uruguayo.
Gary fue parte del grupo de migrantes de la diócesis de Tacuarembó-Rivera, antes llamado Norte-Norte, fue gracioso saber que ya nos conociamos pero no lo sabíamos. Revisando unas fotos viejas nos reconocimos en un cumpleaños de Leo, un amigo en común, y quien diría poder reencontrarnos 6 años después. Este vuelo nos vuelve a sorprender con los tejidos que crea.
Hace algunos años Gary vino a hacer una experiencia de voluntariado aquí en San Carlos, en el Centro de Niños Desnutridos del P. Luis, que ahora esta a cargo de las hnas. de la Providencia. Conocer a los niños es algo impactante, saber que a poca distancia de nuestro Uruguay existe una pobreza tal que hasta ahora únicamente aparecía en los documentales de África nos shockeo mucho. Me pregunto ¿Cómo es posible que en el país con más riquezas minerales de todos los países de América del Sur llegue a haber tal extremo de pobreza? Solo en un sistema donde el lucro vale más que la vida misma.
Entonces que lindo es encontrar en este vuelo personas como Gary, su esposa Sonia, las hnas del Centro, y tantas otras que dedican sus vidas a los más débiles entre los débiles, a los que hasta su propia familia desecha. Son la felicidad de esos niños, convencidos de que simplemente, y siendo tan simple me cuesta creer que sea olvidado, cada vida vale el riesgo y la entrega a fondo.
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